“Contest2012” Antonio
Al decirle a Antonio que me gustaría hablar sobre él, inmediatamente me contestó:
¿Sobre mi….? Dijo sorprendido. Yo le contesté que sí, que si me dejaba, contaría su historia porque me parecía una historia demasiado bonita para que solo la conociésemos unos pocos.
Su historia de vida, o mejor dicho, una pequeña parte de su intensa y valiente vida, es lo que a continuación intentaré relatarles para que le conozcan un poco mejor y se hagan una idea de como ha sido y es, la historia de su vida y la de su familia.
Nuestro protagonista, se llama Antonio Fernández Moreno. Vino a este mundo un 23 de noviembre de 1975 en la ciudad de Granada, concretamente en un pueblecito del norte de la provincia llamado Caniles. Es moreno y de piel oscura. En verano su piel brilla y en invierno se le pone de color aceitunado intenso que le da un toque muy personal y que lo hace no pasar inadvertido. Más parece un turco por su barba, ojos oscuros y profundos en los que es muy fácil perderse, tal y como lo hacen los turistas en el mismo zoco de Estambul. De talante y aspecto, Antonio es caballeroso, gentil, espontáneo, cariñoso, demasiado sensible.. Pero si hay algo que lo define, en un rasgo que se acentúa y se hace visible apenas entra por alguna parte. Es sobre todas las cosas un ser realmente divertido y ocurrente. Lo puede llegar a ser hasta en las situaciones más insospechadas o comprometidas en las que a menudo se ve envuelto. Siempre están ocurriéndosele cosas que hacen que todo aquel que le conoce, quiera estar cerca de él y quedarse a su lado para descubrir el final de la historia que en ese momento esté protagonizando. Con él, la risa, la fuerza y la cara humana de las cosas están siempre aseguradas. Si él está presente y toma las riendas del asunto, no duden que al menos anécdotas tendrán para recordar.
En todo es muy intenso. Todo lo vive como si fuera lo último que hay que disfrutar o vivir antes de irse a un lugar nuevo o de morir por esa causa loable que en ese momento justo lo tiene inmerso según él. Es algo egocéntrico y un tanto dramático, tanto, que a veces el ridículo cachondo que solo se da cuando una persona sobrepasa los límites de reírse de si mismo explota, y se adueña de la tragicomedia que esté viviendo en ese momento. En ese momento, y por muy trágico que sea el momento, o por muy lamentable que sea la situación, Antonio se ríe y todo queda en mera anécdota.
Es una persona muy accesible, humilde, con mucho genio, pero a la vez es una persona que transmite y derrocha generosidad y mucha bondad. Se confiesa gitano feminista, y dice que la culpa de ello, la tienen su madre y su abuela, que le inculcaron el respeto y la admiración por las mujeres Su alegría es en él, un sello de identidad. Tiene eso que todos y todas buscamos y anhelamos, aquello que queremos encontrar cuando nos miramos al espejo por la mañana. Se ha ido construyendo día a día, situación a situación y circunstancia a circunstancia de esa vida, la suya, que le ha ido tocando vivir. La vida, que lo ha llevado y que lo sigue llevando de un sitio para otro, ha hecho que hoy yo quiera escribir sobre él. No les voy a contar la vida de cualquier persona gitana, les voy a contar parte de la vida de mi mejor amigo gitano. Si el cariño se mide, el metro con él, a mi se me rompió hace años…
¿Cómo es posible que un niño gitano que se cría entre piojos, miseria, extrema pobreza y demasiada precariedad, haya llegado a ser un Trabajador Social titulado y profesionalmente reconocido, esté estudiando Antropología Expertos Universitarios y Masters, Historia del Arte y haya participado en innumerables investigaciones antropológicas con prestigiosos investigadores a nivel europeo?. Serán esas cosas del destino, o quizás sea el empeño y el esfuerzo hecho realidad. En ese camino, que no ha sido para nada fácil, también ha ido trabajado como Pinche de Cocina, camarero, y mil cosas más. En hostelería, tuvo la suerte de ser el Cocinero de Elizabeth Taylor y pudo recibir de la gran Diva, la felicitación y una buena propina. También sabe hablar tres idiomas a la perfección, domina el lenguaje de signos y tiene una capacidad innata para crear felicidad. Créanme que no es casualidad, él solo ha seguido su camino, el que según él ya le trazaron las estrellas cuando nació.
Con él, se hace presente y vigente eso de que la realidad en muchos casos, supera a la ficción y que en contra de muchos pronósticos, ser gitano, y nacer pobre, no es ni mucho menos, un estigma insuperable. A las pruebas me remito. Antonio es la prueba de que es posible si se quiere y se cogen las oportunidades que se nos brindan en la vida.
A él, lo ha ido forjando la vida, pero algo tiene claro, su vida, tiene mucho que ver, con lo que aprendió de pequeño, y eso, se lo enseñaron su abuela y su madre con la vida que tuvieron.
“Nono”, así le llaman en casa, es uno de sus muchos apodos y nombres cariñosos con los que la vida le ha ido rebautizando. “Canuto” es otro de sus nombres, así le conocen los demás en el trabajo, en la calle, de marcha, los chavales, los mayores.. Pero hay sin duda uno de sus nombres que lo define en su casa junto al apodo inicial y es el de “Maikel “. Ése se lo pusieron sus hermanos, porque según ellos, se pegaba el día imitando al gran Jackson. Cuando habla de él, siempre recuerda las cosas de su infancia y acaba irremediablemente hablando de dos personas que son las que han hecho que él sea hoy quien es. Una es su abuela Joaquina. Y otra es su madre Trinidad. Ambas madre e hija tuvieron una vida demasiado dura que las hizo estar más que unidas en todo, también en su peculiar adversidad.
Os presentaré a la abuela: Joaquina Fernández Rodríguez “La Chata”. Morena de verde luna como decía Federico García Lorca, poeta granadino que adoraba a los gitanos. De pelo oscuro recogido en una trenza muy larga enredada con lana de colores que hacía junto a su nieto Nono. Olía a jabón casero y a membrillos que la hacían oler de una manera muy delicada y única. La abuela, para dar olor a su ropa, los ponía dentro del arca de su ropa, para que el membrillo impregnara su ropa y la hiciera tener esa fragancia tan característica que siempre la acompañaba y a su paso dejaba rastro. Sus ojos eran intensos, oscuros y profundos. Gitana Canastera de profesión… Sus vestidos eran largos, y siempre los llevaba con sayas, para armar la forma del vestido. Tuvo 13 hijos, y una de ellas es la madre de Antonio, Trinidad Moreno Fernández llamada cariñosamente por el pueblo, “La Kika”.
La abuela Joaquina era Canastera, hacía canastas y cestas de mimbre y caña, tabaques de vara a la vera de los ríos que recogían al caer la tarde y que ponían en remojo para ablandarlos y manejarlos al día siguiente. Su nieto, la recuerda desde siempre haciendo esta faena, y cuenta también como el oficio pasó de madre a hija ya que eso formaba parte del sustento de todos. Tan dentro lo lleva Nono, ésta faena en sus genes, que cuando él era un bebé de meses, le contaba su abuela como lo ponían en una cesta y le daban una vara de junco para que la sujetara con las dos manecitas. Ellas, su madre y su abuela y sus hermanos mayores, se iban por la vera del río buscando varas de mimbre y caña, y cuando a lo lejos notaban que la vara que llevaba entre sus manos no estaba erguida, la madre de Antonio corría hasta donde estaba la cesta porque sin duda eso era síntoma de que, o le pasaba algo o tenía hambre. Trini lo miraba, le daba el pecho, le volvía a colocar la vara entre las manecitas, y volvía a su quehacer junto a su madre y sus otros hijos. La abuela Joaquina hacía las cestas y algunos aperos del campo para venderlos por los pueblos de alrededor de Caniles, y con eso ganaba algo de dinero para poder criar a sus hijos y también alargándose en el tiempo, le dio para dar de comer en más de una ocasión a sus nietos. Ella tuvo que trabajar desde siempre, y aun embarazada de uno de sus hijos, contaba la abuela como viniendo de vender canastas, un día se puso de parto encima de la burra que la transportaba hasta el pueblo a ella y a la carga. Ante semejante acontecimiento, y viéndose sola, Joaquina se refugió en un olivar y allí apoyada en un olivo, dio a luz sola. No había nadie, no podía pedir ayuda, así que su instinto de supervivencia y su inteligencia, hicieron que Joaquina cortara el cordón umbilical de su hija con la boca y lo atara con una de las lanas que sujetaban su pelo en su larga trenza. Después de lavarse en el río, y de lavar y abrigar con pañuelos limpios a su criatura, montó de nuevo en su burra, y reanudó el camino de vuelta a casa, al encuentro de los demás hijos que tenía esperándola en la cueva. Pocos años después, y siendo aun muy joven, se quedó viuda y no le quedó más remedio que sacar a sus hijos adelante sola. Era fuerte como un roble, pero sensiblemente frágil en su conjunto, cosa que la hizo ser la abuela que todos hubiésemos querido tener de pequeños. Quizás por afinidad, o porque las historias se repiten, a Kika, su hija, le tocó vivir parte de esa historia no solo como hija, sino como esposa, ya que algunos años después a ella misma le pasó algo parecido y tuvo que hacerse cargo de sus siete hijos porque su marido la abandonó cuando la pequeña solo tenía 3 años. La abuela Chata, decidió pegarse a esos nietos y apoyó hasta el final de sus días a su hija preferida a la que acogió en su cueva, junto a sus siete hijos para que la vida de todos fuera en la medida de sus posibilidades, un poco más sencilla.
Nunca imaginó la Chata cuanto bien les hizo la abuela. Cuenta Antonio su nieto, que los mejores y los peores años de su vida fueron los que pasó siendo niño a su lado. Los peores porque estuvieron llenos de la más absoluta miseria en la que vivían, de la falta de figura paterna, de esas necesidades esenciales de las que se supone que todos y todas tenemos derecho como ciudadanos de pleno derecho como era el caso. Esa situación, durante muchos años, fue la tónica general de la familia. Pero lo mismo que Antonio cuenta esa parte, también cuenta todo el amor, el cariño, y la alegría que tenía en su cueva. Su abuela se lo dio todo, les repartía a manos llenas y compensaba la falta de lo material, con todo el amor que le era posible dar tanto a él como a sus hermanos.
La vida no era fácil, no había para lo más básico, es decir, no había para comer. Si Trini, conseguía comida, restos del mercado de abastos que le guardaban, algo de dinero que conseguía a cambio de limpiar algunos puestos en el mercado, cosas que pedía, o cosas que rebuscaba en la basura, sus hijos, su madre y ella misma comían. La Abuela Joaquina lo guisaba, y lo hacía tan rico, sus guisos siempre “sabían a gloria” dice Antonio.
Trini hacía cada día kilómetros y kilómetros hasta encontrar comida suficiente para todos sus hijos y su madre. Llegaba tan cansada, que sus hijos cuentan que cuando llegaba a la cueva, solo quería que no le hablaran y que la dejaran en paz. Su padre después de dejarlos siendo pequeños, jamás se volvió a preocupar de ellos, por lo que fue Trini, la que tuvo que sacarles adelante de la forma en la que mejor pudo. Era muy tímida, pero muy guapa pese a estar muy castigada por la vida, los años en los que tuvo marido, soportó palizas a menudo y tuvo que vivir con un alcohólico que no le dio una vida nada buena, ni a ella ni a sus hijos. Su único aliciente, y con lo que ella se encontraba realmente guapa, era cuando podía ahorrar algo de dinero para hacerse la permanente en el pelo… Le encantaba verse con el pelo negro rizado..
De Trini y de la abuela Joaquina, todos aprendieron a valorar la vida. Iban al colegio, su madre los obligaba a zapatillazo limpio. Eran unos niños muy listos, eso decían los maestros del colegio. Su madre recogía ropa usada, y la abuela la adaptaba, la arreglaba, sabiendo que a alguno de los siete le valdría lo que les habían regalado. Teniendo a tantos a los que vestir, lo dado, siempre le serviría. En cuanto a la comida se refiere, les tengo que contar que, lo único que Antonio no puede comer porque lo detesta de tanto haberlo comido, es el Coco de las ferias y los sesos (cerebros) de cordero o cualquier animal…. Los comió demasiado porque era lo que le daban a su madre casi cada día, así todo se entiende. Su hogar, era una cueva, sin baño, sin nada que la hiciera parecer una casa, porque antes que ser su casa, aquello era la casa de cerdos. Las camas y todos los utillajes propios de una casa, esos tampoco los tenían, Nono, cuenta que dormían seis en una cama, y que tres dormían arriba y otros tres abajo.. Él nunca durmió con el grupo, dormía con su madre (su gorda como él la llama). Como la cama de su madre estaba montada en bloques de cemento para darle un poco de altura, a menudo, se caía, y ellos iban al suelo unas cuantas veces cada noche.. Nono dice que lo que más le gustaba era dormirse riendo encima de la barriga de su madre, se movía y él con el movimiento acababa durmiéndose encima de ella, ese, es un recuerdo muy hermoso que lo enternece siempre que lo relata. La falta de padre y de recursos nos hizo mas fuertes dice con cierta nostalgia, pero también nos hizo querer mucho a las dos que teníamos y que nos lo dieron todo.
Entre las cosas maravillosas que Antonio aprendió de su abuela, fueron los muchos cantes que desde niño ella le cantaba y que él de oído, aprendió de ella. Oírle cantar, es como escuchar a un Jilguero. En el arte del Flamenco Nono se crece, y lo mismo canta una Toná, que una Debla, que una Serrana, o el cante de Trilla. Para su tiempo, la abuela era una adelantada de su tiempo, porque igual que enseñaba los cantes de la tierra, también enseñaba en un inglés de oído, el submarino amarillo de los Beatles que salía tanto en la radio de bombillas que tenían y que no siempre funcionaba. En la cueva, dice que tenían un tocadiscos antiquísimo y en él, había discos de Juan de la Vara, y el gran Antonio Mairena. Para que entendiera como se cantaban esos palos del flamenco, ella se lo explicaba mientras cocinaba, y así él, cogía el compás. Siempre estaba con ella y además de enseñarlo a cantar, también le enseño todos los platos típicos gitanos de la tierra, de ahí su afición a la cocina y su buen hacer entre fogones. Años después fue cocinero durante muchos años, y éste, fue tan solo uno de los muchos empleos que lo sacó adelante a él y a su familia en Catalunya y Francia.
Ha pasado el tiempo, y para que siguiera formándose, comenzó por estar interno en un colegio en el que se educó hasta llegar a bachillerato. A medida que fue creciendo en sabiduría y conocimientos, también se fue construyendo su casa interior. Después de estos años en los que ha ido descubriendo la vida y descubriéndose en ella a sí mismo, ha encontrado calidez, comodidad, y mucha luz, ya que su casa interna tiene muchas puertas y ventanas con vistas al mundo y con esquinas que lo conducen al amor, llenas de luz y con cierto olor a membrillo que siempre le recuerda a su abuela.
Ahora, vive bien, estudia por placer, acabó una carrera y muchas asignaturas de otras. Se ha ido formando en humanidad, y también en cuestiones profesionales vinculadas a la Intervención Social con personas desfavorecidas. Es un icono entre la tercera edad. Allá por donde pasa, va poniendo del revés lo que toca. Los grupos de ancianos a los que dinamiza, las administraciones de sus casos en los que escribe y solicita custodias, los servicios de ayuda a domicilio, los grupos de jóvenes que pone en pie en zonas en las que nadie sabe ni quiere saber que hay jóvenes con necesidades, etc,etc.
Por todas partes le conocen. Políticos de pueblo, o de grandes ciudades le conocen y reconocen públicamente su trabajo y su buen hacer, pero su mayor reconocimiento se lo da la gente, cuando pasea, cuando está de vacaciones, cuando desaparece, siempre hay personas que lo reconocen y lo paran para saludarlo o para darle un abrazo y decirle Gracias.
Su vida cambió el día en el que nació. De no haber nacido de su madre y ésta de su abuela, hoy yo aquí, no estaría relatándoles esta historia que me conmueve y espero que les conmueva a ustedes. Ya tiene su lugar en el mundo, lo ha ganado con esfuerzo, con perseverancia y con una idea muy clara que siempre lo acompaña cuando alguien le echa en cara la forma en la que viven muchos gitanos en España. Siempre dice:
…. “Yo nací de una gitana, me crie lleno de piojos, comía lo que recogía mi madre de la basura, y fui feliz. Si yo pude, sería porque tuve la oportunidad y seguro que también porque me empeñé”… Conmigo no van los complejos, ni la compasión. Si puedes, y tienes la opción, adelante……
Ha cambiado no solo su mundo, sino el mundo de muchas personas que están a su alrededor. Cuando Antonio aparece en escena, y habla de gitanos, de la vida de los gitanos, lo hace desde su propia experiencia, con el ánimo y el convencimiento de que el cambio, el avance y la mejora del pueblo en general, pasa por el cambio del individuo, pero siempre que se tenga en cuenta el apoyo que no siempre se tiene, del núcleo familiar. Romper moldes, dentro y fuera de la cultura, es algo con lo que él ha contado desde siempre. En todo, hay siempre una entrega, un desarraigo y un avance o retroceso. El conjunto de lo vivido, de lo experimentado en su propio avance, el que él ha entendido que tenía que llevar para llegar a ser hoy quien es, se lo debe a lo que siempre tiene y tendrá presente en su vida. Su familia, el amor que recibió de ella y todos los valores que le inculcaron y que él lleva por bandera a donde quiera que va.
Podemos decir con mucha seguridad, que ahora ya él, es un ejemplo a seguir por muchos gitanos y gitanas. No solo está reconocido dentro de la comunidad gitana, sino también es reconocido por la sociedad mayoritaria que ve en Antonio a un profesional, a una persona capaz y sobre todo a un ser humano que tiene en cuenta a las personas por encima de la pertenencia cultural, sea ésta la que sea. Su aporte a la sociedad, es un constante mensaje de valor y de coraje para afrontar la vida, eso si, siempre vista y cantada desde lo más sentido de su Alma Gitana.
He contado una pequeña parte de su intensa vida, la vida de un gitano de ley, un hombre que lleva su gitaneidad por bandera y que da lecciones de superación y vida allí por donde va.
Mi regalo para él, será poderle pedir que me acompañe y presentárselo a todos ustedes si gano el concurso.
Marga Fernández Cortés.
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